«
¡De malas!» Parece ser el mantra que nuestros políticos entonan una vez han alcanzado el poder. Y, francamente, no podemos sino sentir decepción y una profunda tristeza al presenciar esta lamentable realidad, que se convierte en un golpe directo a la confianza ciudadana y a la ilusión de la democracia.
Cada vez resulta más comprensible el creciente descontento de la ciudadanía hacia la política y la democracia en general. ¿Qué valor tiene el voto ciudadano cuando, una vez electos, los políticos parecen olvidar por completo sus promesas y compromisos? Es una falta de respeto flagrante hacia aquellos que les confiaron su voto, es decir su futuro.
Los ejemplos son decepcionantes y abundantes. Basta con mirar el «Cambio de Petro», convertido más en un buen discurso retórico que en una transformación real. Mientras tanto, los problemas persisten, solo detallemos varios asuntos recientes: corrupción, en la compra de Carro Tanques para la población más vulnerable la Guajira; nepotismo, con los gastos excesivos de representación de la Primera Dama, y qué tal el pasaporte diplomático del hermano; falta de infraestructura básica, los ciudadanos de Quibdó aún están esperando el acueducto; y tragedias humanitarias que persisten, como las muertes de niños wayuu en la Guajira y de los líderes sociales en varias regiones del país. Es indignante cómo la voracidad por el poder eclipsa cualquier atisbo de responsabilidad y empatía hacia los ciudadanos que brindaron su voto de confianza para elegirlos. Todo lo anterior solo produce indignación. ¿De qué cambio hablas viejo?
Incluso figuras que alzan la bandera de la transparencia y el cuidado de los recursos públicos nos han decepcionado. ¿Qué decir de Francia Márquez, quien durante su campaña vociferaba sobre la necesidad de fiscalizar y ser austeros en el gasto público? Ahora será recordada para siempre, más por el derroche de viajes en helicóptero que por cualquier logro en la gestión de los recursos del Estado. La ejecución del ministerio de la Igualdad es otro ejemplo palpable de esta triste realidad, con apenas el 1% del presupuesto anual ejecutado para abril.
En el ámbito local, Antioquia no escapa a la marea de políticos cuestionados y decepcionantes. Basta con observar el derroche irresponsable de los concejales de Sabaneta en un lujoso viaje a Medio Oriente bajo el pretexto de capacitación. ¿Qué justificación puede haber para gastar más de 350 millones de pesos en un viaje mientras las necesidades de la comunidad local siguen siendo desatendidas? ¿Con qué cara miran a los ciudadanos? ¿Con burla? Es un insulto a la inteligencia y una afrenta a quienes confiaron en ellos para representar sus intereses. Es cuestión de ética pública, ser consientes de que el momento no está, para que de manera injusta se gasten los recursos de todos los sabaneteños de esa manera. Los concejales viajeros se justifican en un acuerdo municipal que les permite este tipo de capacitación cada año, como diría la vicepresidenta, «!De malas¡»
Es momento de exigir cuentas a quienes nos representan, tanto en el ámbito nacional, como local. La impunidad y el cinismo no pueden seguir reinando en nuestra política. Necesitamos líderes comprometidos y éticos que estén interesados en cumplir su palabra honrando el mérito de ser un servidor público.