Gobernar no es un privilegio, es una responsabilidad que conlleva sacrificios. Quien asume el liderazgo de una región como Antioquia no solo carga con el peso de las decisiones diarias, sino que también expone su vida y la de su familia a riesgos que pocos comprenden. Hoy, cuando las amenazas arrecian contra nuestro gobernador, es momento de cerrar filas y rodearlo con el respaldo que merece.
La violencia contra nuestros líderes es un síntoma de la crisis que atraviesa el país. La intolerancia ha alcanzado niveles preocupantes y las amenazas, que deberían ser episodios aislados, se han convertido en una realidad constante para quienes defienden los intereses ciudadanos. No podemos permitir que la dignidad de un cargo público se transforme en una sentencia de miedo y zozobra. El ejercicio del poder debe ser respaldado por el Estado con garantías plenas de seguridad y por la sociedad con solidaridad y reconocimiento.
El gobernador no está solo. Su esfuerzo por mantener a flote a Antioquia en medio de un gobierno nacional que ha dejado el país en el caos merece no solo respeto, sino también protección. Las fuerzas del orden deben actuar con la contundencia necesaria para garantizar su seguridad, porque protegerlo a él es proteger la estabilidad de la región.
Más allá del despliegue institucional, el respaldo ciudadano es clave. Debemos ser una muralla de apoyo para que su gestión continúe con firmeza. La voz de cada antioqueño debe ser un eco de respaldo, un mensaje claro de que no toleraremos amenazas ni intentos de desestabilización.
Hoy, más que nunca, cuidemos a nuestro gobernador. Que su lucha por Antioquia sea nuestra lucha, y que su seguridad sea nuestra prioridad. Porque defender a quien nos gobierna con responsabilidad es defender el futuro de nuestra tierra.