Fabio Arturo Orrego, director
Imagina por un momento que te despiertas en un país donde el miedo no te consume. Un país donde la gente camina tranquila, donde el sonido de la noche no es el eco de un disparo, sino el murmullo de una ciudad que respira en paz. Un país donde nadie tiene que empacar su vida en una maleta para buscar un futuro lejos de casa. Ese país debería ser Colombia.
Durante años, hemos visto a nuestros compatriotas irse porque sienten que aquí no hay espacio para sus sueños. Se van porque la inseguridad los acorrala, porque la pobreza les corta las alas, porque el futuro parece un privilegio de unos pocos. Y los que llegan, aquellos que buscan refugio entre nosotros, muchas veces encuentran más rechazo que oportunidades.
Pero un país no se construye con miedo ni con indiferencia. Se construye con oportunidades, con seguridad, con justicia y, sobre todo, con humanidad. Si alguien tiene frío, lo lógico es darle abrigo. Si alguien tiene hambre, lo justo es alimentarlo. Si alguien está en peligro, lo correcto es protegerlo. No importa su acento, su color de piel o el lugar de donde venga. La vulnerabilidad no tiene nacionalidad.
Pero no basta con la compasión momentánea. Necesitamos un país donde nadie tenga que depender de la caridad para sobrevivir. Un país donde los jóvenes encuentren futuro en su tierra, donde las familias no vivan con miedo, donde la solidaridad sea más que una palabra bonita en un discurso político.
Colombia tiene todo para ser ese país: talento, recursos y, sobre todo, gente valiosa que solo necesita una oportunidad. Pero esa oportunidad no puede nacer en el caos ni en la indiferencia. Necesitamos seguridad, porque sin seguridad no hay progreso. Necesitamos justicia, porque sin justicia no hay paz. Necesitamos humanidad, porque sin ella solo seremos una nación de corazones vacíos.