La propuesta de reelección presidencial promovida por la senadora Isabel Zuleta no solo revela una clara desconexión con la realidad política y social del país, sino que también sirve como una maniobra de distracción en medio de una serie de escándalos de corrupción que empañan la labor del gobierno actual.
La reelección del presidente Gustavo Petro no es un tema que esté en la agenda oficial del gobierno, como él mismo se ha encargado de aclarar. Sin embargo, la insistencia de la senadora Zuleta en este asunto parece diseñada para desviar la atención pública de los verdaderos problemas que enfrenta Colombia. En su declaración, Petro se desmarcó de la propuesta, al tiempo que insinuó la posibilidad de convocar una Constituyente a través del Acuerdo de Paz.
La falta de apoyo a la propuesta de reelección dentro del propio Pacto Histórico evidencia las divisiones internas y el malestar generalizado. La mayoría de los miembros de la coalición, incluyendo figuras clave como María José Pizarro, han subrayado la importancia de enfocarse en cumplir el mandato constitucional y las promesas de campaña, en lugar de distraerse con temas inviables jurídica y políticamente peligrosos.
Por otro lado, la reacción de la oposición ha sido clara y contundente. Voces como las de Jonathan Pulido, conocido como JP de la Alianza Verde y Paloma Valencia del Centro Democrático no han tardado en señalar que esta propuesta es una cortina de humo. Una estrategia para desviar la atención de los graves escándalos de corrupción que han sacudido al gobierno, incluyendo los relacionados con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD).
El contexto en el que emerge esta propuesta no es casualidad. Estamos en un momento en que el gobierno se enfrenta a críticas por su gestión de la seguridad pública, el sistema de salud y, sobre todo, por los múltiples escándalos de corrupción que involucran a funcionarios del gobierno y congresistas. La táctica de sacar a relucir un debate sobre la reelección parece una jugada desesperada para cambiar la narrativa y evitar el escrutinio público por su pésima gestión.
Lo cierto es que la reelección presidencial en Colombia no es un tema sencillo. Requiere una reforma constitucional que puede ser extremadamente complicada de lograr, especialmente en un Congreso donde el gobierno no cuenta con una mayoría clara. Además, cualquier intento de reelección pasaría por un referendo popular, un proceso que históricamente ha demostrado ser difícil de superar.
La insistencia en la reelección no solo es un despropósito en términos políticos y jurídicos, sino que también subestima la inteligencia de los colombianos. En lugar de perder tiempo en debates estériles y propuestas inviables, el gobierno debería concentrarse en resolver los problemas urgentes que afectan al país y cumplir con las promesas hechas a los ciudadanos. La transparencia y la lucha contra la corrupción deben ser las verdaderas prioridades.
Podemos decir que la propuesta de reelección no es más que una distracción en un momento crítico de gobernabilidad. La ciudadanía merece un gobierno que se enfoque en resolver los problemas reales, no en perpetuar su poder a través de estrategias dilatorias y engañosas.