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En un reciente acto en Quibdó, el presidente Gustavo Petro se lamentó públicamente por la falta de un sistema de acueducto, como si acabara de descubrir una realidad que ha afectado por décadas a la capital chocoana. Su repentina preocupación, luego de pasearse por el mundo, parece más un discurso veintejuliero que una genuina intención de resolver los problemas de la región pacífica.
Resulta cínico escuchar al presidente hablar sobre la ausencia de un acueducto en Quibdó como si no tuviera responsabilidad en ello. En lugar de reconocer la realidad histórica de un pueblo olvidado, Petro prefiere asumir un papel de víctima, denunciando la situación como si él mismo no fuera parte del gobierno que tiene el poder para cambiarla.
La retórica del presidente Petro, reclamando sobre la falta de acueducto en Quibdó, no solo suena a demagogia, sino que también denota una falta de autenticidad en sus palabras. ¿Parece que Quibdó solo existe en el radar político cuando se necesita ganar simpatía y apoyo popular?
“… si Quibdó es la capital más pobre de Colombia (…) ¿cómo es que nuestro Gobierno no ha asumido el acueducto de Quibdó?”, los chocoanos atónitos aplaudieron.
Es evidente que Quibdó ha sido sistemáticamente olvidada por administraciones anteriores, y no es exclusividad de un solo gobierno. Sin embargo, resulta contradictorio que Petro, quien ha estado en el poder durante 17 meses, ahora se presente como el defensor de la causa. ¿Por qué no actuó antes para abordar este problema crónico que afecta a miles de chocoanos?
Es válido cuestionar la eficacia y compromiso real de un gobierno que, después de más de 540 días en el cargo, aún no ha logrado implementar soluciones tangibles para un tema tan crucial como el suministro de agua potable de una ciudad capital. La falta de un acueducto en Quibdó no es solo una omisión de la actual administración, sino un reflejo de años de negligencia gubernamental, como que hubiera problemas que no tienen solución.
Es hora de que el presidente Petro pase de las palabras a la acción. Más allá de los discursos grandilocuentes, la ciudadanía chocoana merece resultados concretos. Petro debe dejar de utilizar la situación de Quibdó para brillar momentáneamente ante ciudadanos decepcionados y comenzar a trabajar de manera efectiva para mejorar las condiciones de vida de uno de los departamentos que más necesita la acción del gobierno.
En lugar de buscar culpables señalando a la ministra de vivienda, ciudad y territorio, el presidente debería asumir la responsabilidad que le corresponde para implementar soluciones reales y sostenibles. Quibdó no necesita más promesas vacías; requiere acciones concretas y un liderazgo real.
La retórica vacía solo alimenta el cinismo y la desconfianza, mientras que la acción efectiva es la única manera de transformar la realidad de Quibdó y de todas las regiones históricamente olvidadas de Colombia.