E
n Antioquia se libra una batalla que va más allá de lo que la vista alcanza a observar, una batalla por la legitimidad, por la seguridad, por el derecho a vivir sin miedo. Una lucha entre la esperanza y la desesperación, entre la luz y las sombras. Y en medio de este conflicto, nos preguntamos: ¿Vamos a dejar a Antioquia en manos de la criminalidad?
Nuestra tierra antioqueña, está siendo acechada por fuerzas oscuras que buscan sembrar el caos y la desolación. Grupos al margen de la ley se fortalecen día a día, tejiendo una red de influencia que amenaza con ahogar cualquier intento de progreso y desarrollo. Y mientras tanto, el Estado parece estar ausente, como si hubiera dejado a Antioquia a la merced de aquellos que no conocen la compasión ni la justicia.
La estrategia de Paz Total del gobierno nacional, lejos de traer la anhelada tranquilidad, ha abierto las puertas para que estos grupos criminales expandan su dominio. Es desolador ver cómo se afianzan en el territorio, cómo se erigen como jueces y verdugos, cómo imponen su ley retorcida sobre comunidades enteras. Incluso, hemos llegado al punto en el que se les permite dictar sentencias y ejecutar «trabajos comunitarios» como si fueran autoridades legítimas. ¿Qué ha pasado con la autoridad del Estado?
El gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, ha dado pasos muy importantes al prometer la demolición de las casas de vicio, reconociendo así la necesidad de cortar de raíz el problema. Sin embargo, sabemos que esto no es suficiente. La protección de Antioquia no puede recaer únicamente en los hombros de un líder regional. Es el deber del Estado, es la responsabilidad del gobierno central, es la obligación del Jefe de Estado conservar el orden público y garantizar la seguridad de todos los ciudadanos.
Es imperativo que el gobierno Petro priorice a Antioquia. Es hora de que se reconozca la urgencia de la situación y se tomen acciones contundentes para contrarrestar el avance de la criminalidad. No podemos permitir que estos grupos criminales sigan ganando terreno, que sigan sembrando el terror entre nuestra gente. Antioquia necesita un gobierno fuerte, comprometido, decidido a enfrentar este desafío con todas sus fuerzas.
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la sombra de la criminalidad se cierne sobre nosotros. Es hora de unirnos, de levantar la voz, de exigir justicia y seguridad para Antioquia. Porque esta tierra, nuestra tierra, merece ser protegida. Y juntos, con determinación, podemos hacer frente a cualquier amenaza que se interponga en nuestro camino hacia un futuro de progreso.